La lucha de las enfermedades no reconocidas
Piense que, además de afrontar una enfermedad, tiene que luchar por el reconocimiento oficial y social de la misma. Es lo que les ocurre a las personas afectadas por sensibilidad química múltiple, una patología que, en su máximo grado, puede llegar a recluir al paciente en casa día y noche. Jennifer, de 26 años, conocida como la chica burbuja, sabe muy bien lo que esto significa. Es alérgica a casi todo. Sólo puede comer ternera y pollo y usar ropa de algodón. Otros materiales podrían causarle, incluso, la muerte. El agua que bebe debe pasar un filtro especial y el suelo de su casa, en un pueblo de Valencia, está construido de magnesio líquido.
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El cuerpo de las personas que sufren este síndrome reacciona ante la exposición, por mínima que sea, a multitud de agentes y compuestos químicos, desde metales a alimentos, medicamentos, perfumes, insecticidas, humo... Se convierten en esclavos de su enfermedad. Dependiendo de cada persona y de su nivel de afectación, el contacto con estos productos les puede provocar dolores de cabeza recurrentes, insomnio, depresión, dificultades para respirar, palpitaciones, náuseas y vómitos
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