La invención de instrumentos para poder visualizar las lesiones directamente (oftalmoscopio, laringoscopio, otoscopio, uroscopio, etc.) fue decisiva para la constitución de varias especialidades médico-quirúrgicas. En poco tiempo no sólo se utilizaron para el examen de varios órganos sino que facilitaron también muchas veces la terapéutica. Este es el caso del otoscopio. A mediados del siglo XIX se solían utilizar los espéculos simples de Toynbee (Joseph Toynbee, 1815-1866) para examinar el oído. Poco después John Brunton ideó un otoscopio que tenía muchas ventajas respecto a los espéculos: permitía concentrar los rayos de luz sobre la zona a examinar y el médico podía ver la imagen aumentada de las estructuras gracias a una lente. La descripción del nuevo otoscopio la realizó Brunton en la revista The Lancet en 1865, después de haberlo presentado a la Sociedad Médica de Londres. El primero que lo construyó fue un tal Mr. White, de Rendfield Street, de Glasgow, que era el fabricante de los instrumentos ópticos y matemáticos de la Universidad. Casi de forma inmediata otros otólogos introdujeron modificaciones al Otoscopio de Brunton y lo adaptaron a su praxis. Este es el caso del hijo de otro gran otólogo francés Prosper Ménière (1799-1862), que describió la enfermedad que lleva su nombre. Émile Ménière mandó realizar una ranura a los espéculos y al tubo del Otoscopio de Brunton para poder introducir instrumentos. Otros fijaron al embudo una bombilla artificial, como hizo el catalán Pedro Verdos en 1895. Llegó a haber modelos de gran tamaño y otros pequeños. |
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