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Scott Harrison era un príncipe de Nueva York. Su piso de Manhattan tenía vistas a Central Park. Su trabajo como relaciones públicas de varios clubes nocturnos era el sueño de cualquier veinteañero. Bacardi le pagaba 2000 dólares al mes sólo por beber Bacardi en público. Cocaína, modelos, alcohol, lujo. Príncipe de la Gran Manzana.
Un día se cansó de tan banal existencia y decidió servir como voluntario en una ONG dedicada a la salud en el tercer mundo. A bordo de un barco-hospital navegó la...
miércoles, 27 de abril de 2011
Blog Neurobsesion
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